jueves, 14 de noviembre de 2019

Una parte de mi

Siempre he pensado que la vida se vive por momentos, que cada cosa tiene el suyo, y siento que éste es el mio. Es el momento de dejar todo atrás y empezar a florecer.

Cuando apenas tenía un año mi padre se murió. Maldita vida que no te deja disfrutar de las personas y te las quita cuando ni siquiera tienes uso de razón. Siempre he dicho que no me afectó su muerte, porque no era consciente, pero si su ausencia. Su ausencia directamente me mató. Me dejó un vacío que en la vida voy a poder llenar con nada, ni con nadie. Tuve que aprender a decir mi padre no está, mi padre no va a volver. Y entender por qué. Tuve que ver a mi madre llorar porque se había ido el amor de su vida. Y tuve que aprender a vivir sin él. Durante años me sentí un bicho raro. Todos los compañeros de clase hablaban de su padre, y yo no podía. Porque no tenía nada que decir de él, solo que no estaba. Todos los años, en el día del padre me obligaban a hacer el regalo aunque yo no quisiera. Me decían que se lo diera a mi madre, y yo siempre decía que no, que no quería. Que ella ya tenía su regalo el día de la madre, que no era mi padre. Pero aún asi me obligaban a hacerlo. Y yo se lo daba, pero con una tristeza absoluta. Nunca podré superar su ausencia, no saber como son sus abrazos, sus besos, a que huele o como es su voz.

Cuando iba creciendo iba sabiendo más cosas, aunque seguía sin entender que era eso que me había tocado vivir. Mi infancia no la recuerdo feliz, de hecho la mayoría de mis recuerdos son malos. Mi cabeza ha borrado la mayoría de ellos, imagino que para defenderme de algo, o de alguien. No tenía amigos. Era una persona muy introvertida, incapaz de acercarse a los demás por miedo al rechazo. Lo que hizo que no tuviera amigos hasta sexto de primaria. Me pasaba los recreos sola, apoyada en una barandilla mirando como los demás jugaban. Y mientras yo hacia eso, mis compañeras de clase se dedicaban a insultarme. Tengo grabadas en mi cabeza todas y cada una de las palabras que me dedicaban. Y ni siquiera soy capaz de repetirlas.

Cuando estaba en sexto hice amigos, y juro que fue uno de los momentos más felices de mi vida. Por fin no estaba sola. Pero los insultos sobre mi físico no paraban.

Y así me he pasado toda mi vida. Escuchando insultos de los demás. Cuando los escuchas un día, otro día, otro más... empiezas a creértelos. Pero lo peor de todo, es que empiezas a decírtelos tú, a ti misma. Y eso es lo más duro.

En el instituto no cambió la cosa. Al contrario, todo iba a peor. Tenía amigos, si. Y conocí a personas maravillosas. Pero los insultos nunca se acababan. Iba por la calle, ME INSULTABAN. Me chillaban, se reían de mi. Por redes sociales. A la cara en la clase. Escrito en un cuaderno. Estaban en todas partes.

Me convertí en una persona insegura, con la autoestima por los suelos, me odiaba, me daba asco. Entendía por qué me insultaban. Tenían razón. Daba asco.

Llegué a obsesionarme por la comida, por las calorías, no me miraba al espejo. Lloraba a todas horas porque la ansiedad me mataba. Y hasta día de hoy, que me sigue matando.

Pero no tenía a nadie a quien contárselo. O mejor. No tenía la confianza suficiente con nadie para decirle que me estaba pasando. Por eso me lo guardé. Y me lo he seguido guardando hasta ahora.

Aunque muchas cosas hayan cambiando, porque he luchado por cambiarlas, la inseguridad sigue presente en todos los días de mi vida. Y juro que lo intento con todas mis fuerzas. Intento que desaparezca, y algún día lo conseguiré, pero todavía no he llegado a ese momento.

Soy una persona fuerte, es cierto, pero llena de rotos. Por eso ahora me da miedo relacionarme. Me da miedo que me miren, que me vean. Por miedo al rechazo. Ese rechazo que me han dado tantas veces. Miedo al que dirán.

Por eso actúo como lo hago. Porque soy una persona llena de miedos, de dudas, de inseguridades. Pero a la vez lo doy todo. Que contradicción. No sé querer a medias.

Lo he pasado tan mal en mi vida, que por eso ahora me dedico a ayudar a los demás. A que otras personas no pasen por todo aquello que pasé yo. Que cuenten con un apoyo, con una ayuda para superar cualquier problema.

Porque estoy rota, pero creo que tengo mil cosas para ofrecer a los demás. Y que muy poca gente sabe ver.

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