-Venga Ana. Es tu turno. Explícanos quien eres y por qué
estás aquí.
-Como bien ha dicho me llamo Ana, tengo 19 años y vivo en
Madrid, en un pueblecito en la sierra. Vivía con mis padres y con mi hermano
pequeño, al que quiero con locura. Era mi mayor apoyo y por él es por quien
lucho día a día.
Todo empezó hace tres años. Yo empezaba a peinarme, a
pintarme los labios, empezaba a ponerme guapa. Salía con un grupo de amigas,
cuatro éramos en total. Íbamos al parque, al cine, vamos lo normal en chicas de
mi edad. Nos lo pasábamos genial la verdad y eran las mejores personas que he
podido conocer. Me sentía bien con ellas y lo más importante, podía ser yo.
Podía mostrarme tal y como era porque ellas me querían así. Y eso es una de las
cosas que más echo de menos.
Una tarde estábamos mi amiga Carolina y yo aburridas en un
banco de un parque cuando de repente se nos acercaron dos chicos:
-Perdonad, ¿tenéis un cigarro?
Las dos negamos con la cabeza. Mientras se iban miraban para
atrás cada dos por tres y uno de ellos me sonreía. Yo agachaba la cabeza de la
vergüenza que me daba. No soy una chica a la que me guste que me miren, me pone
nerviosa. Su sonrisa era realmente preciosa y un tanto picara. Pasaban los días y yo seguía con su sonrisa
en la cabeza, no podía dejar de pensar en ella. Quise saber más de él, sus
gustos a que instituto iba, su edad, por donde salía con sus amigos. Pero no lo
conseguí, por lo que supuse que debía olvidarme de él. Seguí con mi monotonía
como siempre.
Una mañana me levanté, era una de esas mañanas en las que te
levantas y parece que el mundo está en tu contra. Parece que nadie te entiende.
El mundo y yo parecía que nos odiábamos. Quise chatear un rato con mis amigas,
a ver si ellas eran capaces de sacarme alguna sonrisa. De repente apareció. Se
abrió una pequeña pestaña de una conversación, ‘’hola preciosa’’ decían. ¿Quién
eres? Pensé. ‘’Hugo’’ ponía. Era él. Él me había encontrado, quería hablar
conmigo. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo me ha encontrado? Las preguntas estaban demás
así que empezamos a hablar. Que increíble me hizo sentir. Hablas por primera vez
con una persona que parece que la conoces de hace muchísimo tiempo. Así nos
pasamos varios meses, hablando sin parar. Día y noche. Viéndonos de vez en
cuando. Me encantaba. Él y su sonrisa. Su forma de abrazarme, su forma de
hacerme reír. Me encantaba pasarme horas y horas viendo sus fotos. Su voz, que
me susurrase al oído te quiero. Cosas que solo él podía hacer que fueran
increíbles. Me quería como a nadie, o eso creía yo al menos.
Las cosas me iban genial, era muy feliz. Tenía una familia
perfecta, unas amigas maravillosas y un novio al que quería con locura. ¿Qué
más podía pedir?
Yo hacía todo lo posible para estar perfecta para él. Me
arreglaba el pelo, me maquillaba, me vestía bien. Pero él parecía que no se
daba cuenta. Yo al principio no le daba importancia, ya se dará cuenta pensaba.
Que ingenua. En el fondo yo le quería, le quería como a nadie. Sabía que todos
esos detalles no debían cobrar importancia.
Pasaba el tiempo y las cosas no estaban bien, ya no se
comportaba igual. Parecía que había perdido el interés en mí, en la que era su
novia. Decidí hablar con él, sincerarme. Que estaba loca decía, me lo negó todo
así que supuse que eras tonterías mías.
Una tarde me fui con Carolina al centro, a las dos nos
encanta el chocolate y nos compramos dos palmeras enormes. Un poco más y
reventamos. Al día siguiente quedé con Hugo, un paseo en barca entre risas y
abrazos. Una tarde de las nuestras, perfecta. O eso parecía al menos. Cuando me
vio me dio un beso, pero lo primero que me dijo al verme fue:
-Vaya culo estás echando gorda.
Yo me quedé pensativa. ¿Lo diría en serio? ¿Estaría
engordando? Pasé. Solo quería estar con él y disfrutar. No rayarme por nada ni
por nadie. Una broma más, pensé. Íbamos a montarnos en las barcas, al montarme
se empezaron a mover. Yo me reía a carcajadas, me hacía gracia que se movieran.
A él no le hizo tanta gracia cuando me dijo delante de todo el mundo:
-Si no estuvieras tan gorda esto no se movería.
Me quedé muda. Sin palabras. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué se
comportaba así? ¿A qué vienen todos esos comentarios? Me fui. Me fui sin
pensarlo dos veces. ¿Dónde vas Ana? decía. Desaparecer era lo único que quería.
Estar en un lugar sola, sin que nadie pudiera verme. ¿Y si lleva razón? ¿Y si
estoy cada vez más gorda? Esos pensamientos no hacían más que dar vueltas en mi
cabeza.
‘’No joder Ana, no le puedes hacer caso. ¿Tú te has visto?
Eres preciosa. A igual que tu sonrisa. ’’ Eso me repetían mis amigas una y otra
vez. Yo quería hacerlas caso, aunque solo pensaba en una frase, ‘Ana, estás
gorda’. Yo quería a Hugo, pensé que
había tenido un mal día y le perdoné. Él seguía frio, como distante. ¿Ya no me
quería? Miraba a otras chicas. Chicas más guapas, más altas, más listas, más
delgadas que yo. ¿Por qué? ¡Por qué me tiene que pasar esto a mi? Con lo feliz
que era yo, joder.
Desde ese día mi vida no volvió a ser la misma. Ni yo misma
me reconocía. Empecé a mirarme al espejo. Se me caían las lágrimas. Me veía fea
y gorda. No quería ser yo. Al principio era capaz de ocultarlo, sonreía y parecía
que no me pasaba nada. Pero a medida que pasaba el tiempo yo estaba peor, cada
vez me odiaba más. Me daba asco mirarme al espejo. Me ponía a ver revistas.
Míralas, todas tan hermosas, todas tan perfectas, y yo aquí tan horrible.
Estaba decaída, se me notaba. No tenía ese brillo en los ojos que me
caracterizaba. Pero por suerte tenia a unas amigas que siempre estaban a mi
lado para apoyarme, y gracias a ellas pude salir un poco de ese pozo sin fondo
donde me había metido.
Una tarde me animaron para ir al cine, por unos momentos
dudé en si ir o no, pero me convencieron. Fui yo, conseguí sonreír, no pensar
en nada. Cuanto tiempo hacia que no sonreía con ganas. Me sentía bien,
increíblemente bien. Incluso por unos momentos llegué a pensar que había conseguido
recuperar mi autoestima. ¿Habría superado todo?
Pasaban los días y yo cada vez me encontraba más animada. Y
parecía que todo con un Hugo había mejorado, parecía ser como antes, pero se
quedó en simplemente parecer.
Una noche fuimos Hugo y yo a cenar a un restaurante que hay
aquí cerca de mi casa. Él estaba atento conmigo y parecía volver a ser el que
era. Llegó el camarero, nos dio la carta y nos pregunto que queríamos cenar. Él
como siempre, pidió pasta. Su comida favorita. Le encanta, sobre todo con queso
gratinado por encima. Yo iba a pedir carne, había un plato que tenia buena
pinta, y cuando se lo fui a decir al camarero Hugo me cortó:
-A ella ponle una ensalada, que está a dieta.
Me quedé sin habla.
-¿Por qué me pides una ensalada Hugo? No estoy a dieta.
-Si cariño, has engordado unos kilos, pero no pasa nada, con
unos días que comas bien y hagas ejercicio los perderás.
Por un momento me sentí mal, realmente mal. Y le hice caso.
Me puse a hacer ejercicio. Todos los días. Me iba una hora a correr. Pero yo no
veía resultados, me veía igual, incluso me miraba al espejo y me veía más
gorda. Así que decidí hacer más deporte. Si antes hacia una hora, pues hacia
dos. Y después tres. Hasta que creyera que era suficiente. Empecé a obsesionarme, con mi físico, con mi
peso, con los espejos. Los tapé todos, no quería ni verme. Estaba desmejorada,
descuidada, fea. Dejé de peinarme, de pintarme de cuidarme.
-¿Qué te pasa Ana? ¿Por qué ya no te cuidas? Si a ti te
encantaba.
-Nada mamá, ahora mismo no tengo tiempo. Tengo demasiado que
estudiar.
-Bueno hija, si necesitas algo ya sabes dónde estoy.
Mi madre estaba preocupada por mí, me veía distinta, rara. Sabía
que algo me pasaba pero no era capaz de saber el qué. Y yo no me daba cuenta,
no quería verlo.
-Ana, en serio. Últimamente no eres tú, te pasas demasiado
tiempo en el baño, no quieres comer. Mírate, empiezas a dar pena.
-Mamá, déjame ¿vale? Estoy bien.
Yo lo único que quería era que me dejaran en paz. No quería
saber nada de nadie. Dejé de salir con mis amigas, si venían a mi casa le decía
a mi madre que dijera que no estaba. Y a Hugo no quería ni verle. Perdí todo lo
que tenía por haberme obsesionado con mi peso.
Me pesaba todos los días, cada vez pesaba menos. Me sentía
bien, estaba consiguiendo mi objetivo. Por un momento pensé en dejarlo todo, en
volver a ser la que era. En volver a comer, en no volver a hacer ayunos. Me
miré al espejo y dije, Ana, ¿por qué ibas a dejarlo? Estás adelgazando, eso es
lo que querías. Me arrepiento tanto de no haber pensado lo contrario. Quizás
ahora no estaría aquí.
Llevo dos meses metida en este sitio, aquí todo el mundo es
como yo. Todo el mundo ha caído en el infierno de la anorexia. La mayoría nos
hemos autolesionado, y las marcas de las muñecas me recuerdan lo que hice mal.
Me castigaba por ser quien era. Creía que era lo correcto y así lo hacia una y
otra vez. Ahora solo quedan cicatrices. Nunca pensé que acabaría así, ni en un
sitio como este. Aquí te controlan todo, todo lo que haces. Te acompañan hasta
al lavabo, te pesan todas las semanas, te sientes observada. Y lo peor de todo,
te sientes sola.
-Muchas gracias Ana por compartir con nosotras tu
experiencia. Es hora de que salgas ahí fuera y sigas luchando como hasta ahora
para empezar tu nueva vida.
Salí de aquel sitio creyendo que todo iba a ir mejor.
Creyendo que iba a ser feliz. Y así fue durante unos meses. Pero volví a caer.
No conseguí superarlo y volví a hacer lo que un día hice mal. Ahora ya no sé ni
quién soy. Después de haber luchado
tanto estoy aquí otra vez. Encerrada en las cuatro paredes de un hospital.
Llena de tubos por todos lados. Oyendo las voces de mi familia, ‘esta chica se
va a morir’. Solo quería acabar con todo, dejar de sufrir.
No he sido capaz de vencer esto, estoy sola y yo sola no
puedo. Cada día estoy peor, no tengo ganas de comer, no tengo fuerzas. Cada día
estoy más débil. Me arrepiento tanto de haber empezado esto. Como me gustaría
volver a esa conversación. A esa primera conversación que tuve con él, para no
contestarle. Para no conocerle. Para que nada de esto tuviera lugar. Porque
desde esa conversación he ido muriendo poco a poco. Hasta el punto de que ya no
existo, y de que esta enfermedad ha podido conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario